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¿Cómo educar la inteligencia emocional?

¡Buen día de verano a todos y todas!

A menudo a consulta nos vienen a ver padres y madres muy preocupados porque sus hijos pequeños y adolescentes les cuestan manejar las emociones. Esto se traduce en grandes rabietas, golpes de pie en la pared, poca tolerancia al NO, gritos, palabras groseras, mutismo…

La familia es uno de los grandes referentes que toman los niños y los adolescentes a la hora de saber cómo se gestionan las emociones, por lo tanto, como adultos de referencia es muy importante que podamos dar un buen ejemplo, y ¿cómo lo haremos?

Pues lo primero es que nosotros mismos conozcamos nuestras emociones, es decir, lo que los psicólogos llamamos conciencia emocional. ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo o hija a reconocer la tristeza si ni yo mismo/a la sé reconocer en mí? Para hacer tal cosa necesitamos hacer pequeñas paradas en nuestro día a día, cuando alguna situación nos molesta o nos llama especialmente la atención, para pensar cómo nos sentimos y por qué nos sentimos de esta manera, además de reflexionar sobre cómo estamos manifestando esta emoción. Manifiesto la tristeza de la manera adecuada o bien me enfado y me pongo a gritar? Una vez lo he identificado en mí mismo/a y he podido corregir y me he dado cuenta de mis reacciones, es el momento para enseñar a los más pequeños.

Cualquier situación de la vida cotidiana es buena para tratar las emociones, ante cualquier evento será un buen momento para hacer parar a nuestros pequeños y hacerles pensar que están sintiendo y ayudarles a poner un nombre a este revuelto de sentimientos, emociones, pensamientos… que hay en su cabeza. Por ello, es importante también que los adultos hablemos con total normalidad de lo que sentimos, si estamos enfadados, tristes, contentos, sorprendidos…

Al mismo tiempo que van dominando el vocabulario emocional, también es importante hacerles reflexionar sobre las causas de sus emociones, y por ello, poner ejemplos propios nos irá muy bien: “papá se pone triste cuando llega a casa y ve los juguetes esparcidos porque los tenemos que ordenar en vez de hablar sobre cómo te ha ido el día “, o” mamá se enfada mucho cuando alguien le habla mal “, o” mamá queda totalmente sorprendida cuando ve que tu solo has empezado a hacer los deberes”… a partir de los ejemplos propios, los niños y niñas ven que empatizamos con su sentimiento, y se pueden mostrar más dispuestos a explicar sus razones.

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Otro paso muy importante es enseñarles a gestionar las emociones, es decir, ayudarles a encontrar la mejor forma de expresarlas. Enfadarse no es malo, pegar a tu hermano pequeño porque estás enfadado sí. Y para trabajar este tema, nuevamente nuestro propio ejemplo será la clave, si cada vez que me enfado llamo y cierro la puerta ruidosamente, no estoy enseñando un buen modelo de conducta, si cada vez que me encuentro triste y me cae una lágrima digo que no me pasa nada, mis hijos aprenderán que la tristeza se debe ocultar. Por lo tanto, enseñémosles cuál es la conducta adecuada a cada emoción, cómo respondemos nosotros y como esperamos que ellos respondan en futuras situaciones.

 Naiara Muñoz, psicóloga infantil en AULA PSIGMA VIC
naiaramunoz@psigma.cat