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La frustración y la família en las addicciones

¡No puedo soportarlo! Es desesperante, ¿pero lo has visto? ¡Hay que ser inepto! Mira la cola que hay… no acabaremos ni mañana… Ponte en la cola de al lado, parece que va más rápido… uffff!! Esto no tira tampoco. Yo no aguanto más, te espero fuera.

En esta escena se representa la baja tolerancia de una persona al malestar: esperarse haciendo cola en el supermercado. Las personas con problemas de consumo sufren de este patrón de comportamiento que llamamos Baja Tolerancia a la Frustración (B.T.F.). Hay una pérdida de regulación emocional que hace a la persona vivir las situaciones de una manera exagerada. Frente a una situación cotidiana, por ejemplo la del supermercado, puede desbordar en una cascada de emociones extremas que la persona no se ve capaz de soportar o lidiar. De esta forma, utiliza el consumo de la droga para huir, como una forma de tapar el malestar, como una estrategia “eficaz” a corto plazo -de manera inmediata-, pero poco efectiva a medio o largo plazo. Este patrón de comportamiento frente a las dificultades no ayuda a la solución eficaz de los problemas ni fomenta aprender de ellos. La persona se va volviendo menos hábil e incapaz de afrontar la vida, porque en ella las problemas y las dificultades están, queramos o no. Es frecuente que surjan sentimientos de injusticia y quejas, la persona siente que el mundo le va en contra, que la vida que le ha tocado es demasiado complicada, que la infancia que vivió no fue la apropiada para un/a niña, que el compañero o el jefe son inaguantables, etc. La familia y personas allegadas lo ven como una persona frágil, quejica, irritable, que no aguanta nada. Y ello también coloca a la familia en un papel incómodo, intentando como buenamente puede adaptarse a la situación, no crear más conflicto… pero la bola se va haciendo más grande, los problemas crecen (económicos, discusiones…) y los familiares se van sintiendo más tensos, decepcionados, tristes, confusos, con vergüenza, desaliento e incomprensión. Infinidad de emociones y pensamientos difíciles de gestionar y las reacciones no siempre son las más apropiadas: ¡¡Se creerá que yo disfruto haciendo cola en el super!! Estoy harta, no puedo más.

frustració, addiccióSuelo contar a las personas que me vienen a consulta que uno “aprende a ser adicto”. Uno aprende a moverse en el ciclo adictivo y los familiares también, improvisando apaños, disimulando, probando soluciones: amenazas, ultimátum, dejándolo por imposible… En el ciclo adictivo no sólo tenemos danzando a la persona que consume sino a todos los que tienen relación con él o ella. Por ello, es importante tener presente a la familia y tenerla en cuenta en el abordaje del problema. La familia puede ser y es –sin quererlo, a veces- un elemento de mantenimiento del problema pero también puede convertirse en agente de cambio y facilitarlo. De ahí que hablemos de la familia como sistema. Los elementos de este sistema son las personas que forman parte de la familia. El sistema busca su equilibrio, por tanto, cualquier cambio que realice unos de sus miembros afectará al resto, haciendo movimientos para compensar y recolocarse. Este afán de equilibrio surge de la necesidad de supervivencia, de tirar para adelante, una energía importante, vital, que hay que ayudar a canalizar para desplegar los recursos en busca de la resolución efectiva y eficaz.

En el espacio terapéutico se trabaja las relaciones familiares y los comportamientos de cada miembro frente a distintas situaciones. No en pocas ocasiones algunos comportamientos y actitudes ayudan a que el consumo continúe. Esto no es algo consciente en muchos casos y por ello es importante que la terapia ayude a ver estas relaciones con claridad. En este sentido es que hablamos de dependiente, a la persona consumidora, y codependiente al familiar que, de algún modo, también realiza un comportamiento compensatorio, no autónomo, para sobrellevar la situación, una actitud que ayuda a convivir (que en el fondo es malvivir) con el problema. Con ello, la familia a veces puede sentirse culpable por no haberse dado cuenta antes del problema, por no hacer las cosas bien, por no saber ayudar a la persona, incluso por permitir o pasar del consumo…

Voy a poner un ejemplo: imaginemos la siguiente situación. Una pareja se encuentra en el comedor después de cenar. La relación está regular, no saben porque se han ido dejando. Cuando nació su primer hijo empezaron las discusiones, sin llegar a ningún lado, siempre la misma dinámica y era agotador: llegar a casa, las cosas por hacer, empiezan los reproches, ella empieza a criticarme de lo mal marido que soy… no sé qué decir estoy cansado, no tengo ganas de discutir pero ya veo que todo está fatal y me afecta. De vez en cuando necesito meterme algo para desconectar.

En una segunda foto ya podríamos encontrar un hombre estirado en el sofá pasivamente, distraído por los efectos de alguna droga, el consumo se ha vuelto prácticamente diario y en solitario. Ahora ya no importa si la mujer grita o no grita, él la escucha en un segundo plano, no hay afección. La mujer está harta de él, tiene a la familia completamente descuidada, incluso  ya no se arregla como antes, no quiere ni salir. Irremediablemente voy haciendo mis planes con mi hijo sin contar con él. No quiero volver a enfadarme, bastante tenemos, si no quiere salir que no salga. Él se queda cada vez más aislado, solo en casa…

La complejidad de la problemática de las adicciones requiere de poder trabajarla con acompañamiento profesional. Es posible salir de estos círculos adictivos pero es necesario querer ser ayudado para conseguirlo. La creencia o duda de “no sé si podrán ayudarme” viene criada y alimentada por la falta de autoestima, el aislamiento y el tiempo en solitud con el problema. Este modo de pensar sólo ayuda a encerrarte en ti mismo, permanecer en el problema sin generar ningún cambio. ¡Piénsalo! “No puedo dejarlo” pero ahora te planteo un nuevo interrogante: ¿Podrías dejarlo con ayuda? Plantearse subir solo el Everest puede ser complicado, sentir incluso que es imposible, pero ¿y si lo organizamos para subirlo acompañados de un sherpa experto en expediciones de montaña? Ya no suena tan imposible como antes ¿no? ¡Adelante!

Raquel Ariza, Psicoterapeuta Integradora Humanista, a PSIGMA VIC
Especialista en Addicciones
raquelariza@psigma.cat